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Extinguimos el amor en esos día, tres meses de locura sin medida.
Nos sentimos invencibles, casi sempiternos.
Apostamos con el día, usurpando sus horas, haciendo nuestros los segundos, que reclamábamos y liberábamos con anhelo.
Se quedó exiguo el amor. No había sitio donde albergarlo y ni los altos rascacielos de esta lúgubre urbe, lograron ensombrecer la pasión.
No hubo refugio, y tuvimos las llaves de la ciudad.
No hubo censuras, y atendimos a todos los reproches.
Disipamos el delirio y no supimos conservar sus vestigios, con el resto de tesoros que provocó nuestra vehemencia.
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