
Princesas de asfalto,
alimentan el ego actuando como sibilas de aquellos que las anhelan.
Miradas perdidas, distantes, y ajenos a ello, el ojo que las vigila.
En su equipaje, vesania y aversión.
Rasgan sus penas en esquinas y se abanican con la carencia y la concupiscencia.
Princesas de hielo,
como vampiros que adoran la noche, bajo la sombra de los neones y resguardándose de la lluvia en oscuros callejones.
Princesas de asfalto,
reinas de la noche, dueñas de la calle y señoras del dolor.
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